Son las cinco de la madrugada de mediados de agosto y no puedo dormir, lo único que me complace es el fresco aroma que se asoma por mi ventana después de una vigorosa tormenta.
La oscuridad poco a poco va desapareciendo y el cielo cada vez va cojiendo un tono anaranjado más intenso aún estando cubierto por unas suaves nubes. Adoro este olor, esta ligera brisa. Me recuerda al típico olor notante en el oxígeno de pueblo, posteriormente de llover. Cabe destacar que vivo en una mugrienta ciudad, me sorprende a la vez que me inspira.
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